schopenhauer y el teléfono

La capacidad del teléfono para interrumpir el pensamiento es aún más importante, pues no cabe duda de que ha contribuido en gran parte a la mengua del lenguaje escrito y al empobrecimiento del habla en los tiempos modernos. Por ejemplo, cuando al comienzo de El mundo como voluntad y representación Schopenhauer afirma que su libro está formado por un solo pensamiento, podemos observar lo que se ha exigido a sí mismo y lo que exige del lector. La verdadera depreciación de la concentración vino con la llegada del teléfono. Si Schopenhauer hubiese escrito su libro en mi oficina, el teléfono habría sonado nada más escribir la primera frase. Habría habido dos pensamientos.

En El paisaje sonoro y la afinación del mundo (2013) de R. Murray Schafer

el sonido de los cadáveres

“Que Valor!” (1810-1820), Francisco Goya

También puede ocurrir que cuando un escritor escribe de manera sincera sobre cualquier experiencia vivida directamente, en ocasiones los oídos engañan al cerebro, como descubrió Erich Maria Remarque (1898-1970) en las trincheras durante la primera guerra mundial, cuando escuchó granadas explotando cerca de él seguidas del estruendo de los remotos cañones que las habían disparado. Esta ilusión auditiva es explicable, pues las granadas, que viajaban a velocidad supersónica, llegaron antes que el sonido de sus detonaciones, pero sólo alguien entrenado en el campo de la acústica podría haber predicho tal cosa. Sin novedad en el frente resulta convincente porque el autor estuvo allí. Y confiamos en él cuando describe otros acontecimientos sonoros poco corrientes, como, por ejemplo, los sonidos producidos por los cadáveres: «Los días son calurosos y los cadáveres están insepultos. No podemos recogerlos a todos, no sabríamos dónde meterlos. Las mismas granadas se encargan de enterrarlos. Algunos tienen el vientre hinchado como un globo y los gases que lo llenan les hacen silbar, eructar y moverse». William Faulkner (1897-1962) también conocía el sonido de los cadáveres, al cual describió como «un hilo de leves estallidos hechos de un borboteo secreto y susurrante».

En El paisaje sonoro y la afinación del mundo (2013) de R. Murray Schafer