la feria del risco #4

Hace unos días, Richard D. James, el absolutamente moderno Aphex Twin, lanzó un nuevo EP intitulado Blackbox Life Recorder 21f/ in a room7 F760. Por supuesto que con Aphex Twin es posible esperar cualquier cosa: como buen artista que se precie de tal, sus inquietudes sonoras abrazan un amplísimo arco de registros posibles dentro de lo que conocemos como música electrónica. Desde el ambient en clave Eno hasta los ritmos extáticos deudores del drum and bass y las raves inglesas. El caso es que el primer track del EP, llamado justamente Blackbox Life Recorder 21f, se nos ofrece como una pista pausada de pitch desacelerado: escuchamos una drum machine acompañada de un sinte levemente fúnebre. Casi al llegar al minuto, una voz espectral irrumpe como un balbuceo que se repetirá de manera intermitente en los cuatro minutos y medio que dure la pista.

Hasta ahí todo normal: Aphex Twin en clave ambient. Junto con el EP, R. D. James colgó en Youtube el video que acompaña al single del disco. Como es habitual, es un vertiginoso trance al interior de un cubo escheriano de pixeles descomponiéndose y recomponiéndose como un pequeño universo en permanente creación. Sin embargo, hacia el final del video, kaputt, un obituario: dedicated to Lorna James & Derek James. En nuestras cabezas, si nos permiten la exégesis algo forzada, las voces de la pista son la voz de James diciendo, por última vez: mom, dad. Que el track lleve por nombre Blackbox Life Recorder, como alusión posible a la caja negra de los aviones, dispositivo de seguridad que guarda las transmisiones entre los pilotos y la radio de control en caso de emergencia, permite una cierta lectura: James compuso un réquiem electrónico para sus padres.

Por supuesto que ha corrido demasiada agua bajo el puente para seguir asociando la música electrónica a una supuesta frialdad maquinal en contraposición al rock de guitarras, los crooners, folcloristas y otras manifestaciones clave de la industria pop del siglo pasado. Pero como bien apuntó J. C. Ramírez en un libro que pasó injustamente desapercibido, Kraftwerk es la banda más importante de nuestro siglo. No los Beatles. La sensibilidad de esta época está siendo digitada en sintetizadores, máquinas Roland, controladores Midi y otros aparatos afines. Aphex Twin, a nuestro modesto parecer, lo confirma.

música del año de la pandemia

Acabo de descubrir que Last.fm, una red social de música que ha ido quedando en el olvido, hizo un ranking de las bandas que más escuché el año pasado. La particularidad, en este caso, es que son tracks que descargué en mp3 en mi computador personal y escuché a través de Winamp. El reproductor se sincroniza con el software de Last.fm y sube todo a mi perfil personal. Visto así, es bastante menos operativo y práctico que Spotify, pero me gusta.

A vuelo de pájaro, el saldo es el siguiente: sobredosis de Idles para soportar el encierro. Si bien este año sacaron un disco nuevo, mis escuchas están concentradas en Joy as an act of resistance. En la misma onda del nuevo pospunk, Protomartyr tiene un espacio entre los más escuchados, aunque su disco nuevo no me pareció tan bueno como los anteriores.

De John Coltrane y Ornette Coleman los que más escuché fueron Giant steps y Science Fiction, respectivamente. Dos discos de los que difícilmente puedo despegarme.

El nuevo disco de Deftones es todo lo que un fan necesita, aunque difícilmente llame la atención de las sensibilidades geniales que tienen muchos chicos menores de 30.

Pye Corner Audio, Plone y el disco de Broadcast con The Focus Group fueron parte de mis incursiones en el sello Ghost Box. Una de las tantas recomendaciones que deja la lectura de Mark Fisher.

A grandes rasgos, eso fue todo. Lo que escuché en Youtube está en la memoria del algoritmo.

Salud.

florian schneider y la tristeza de las máquinas

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Ha muerto Florian Schneider, uno de los fundadores de Kraftwerk. Sacar a colación lo importante que fueron para la música popular del siglo XX es tarea de periodistas musicales. Sin embargo, no quiero dejar pasar esta anécdota: desde que comenzó el coronavirus, el escritor portugués Gonçalo Tavares lleva un diario que se publica periódicamente en portugués y castellano.

En la entrada 43, publicada hoy, Tavares anota:

Dicen que «el sector de la aviación vive los días más negros de su historia» y que hay 16,100 aviones detenidos.

La imagen de aviones detenidos desde hace semanas, vacíos.

Rodeados muchas veces de otras máquinas que desde arriba parecen tristes.

Es muy extraño que una máquina parezca triste.

Y más adelante:

El cineasta Herzog relata la historia.

Conoció en Australia al último hablante de una lengua.

Producía unos sonidos que parecían disformes, pero eran una lengua.

Como nadie le entendía, lo consideraban mudo.

Lo hacían a un lado, era un solitario.

Cantaba.

Otras veces iba solo a una máquina de refrescos con muchas monedas en el bolsillo.

Y ponía las monedas en las ranuras.

Le gustaba ese sonido de las monedas a lo largo de la máquina.

Tal vez le parecía una canción, o que alguien hablaba con él.

Cualquier sonido puede hablarle a una persona si está atenta. Y sola.

Y eso es: una moneda cayendo en una máquina puede hacerle compañía a un ser humano.

A Florian, y a toda esa generación de jóvenes alemanes de la posguerra, las máquinas, a su manera, les hablaron. Ahora, pienso, la muerte sólo se lleva un cuerpo cuyo fantasma habita en las miles de computadoras, vinilos y cedés que reproducirán sus obras hasta el fin del tiempo.

los robots

1
El ingeniero de Robot se dijo:
«Hagamos a Robot a nuestra imagen
y nuestra semejanza».
Y compuso a Robot, cierta noche de hierro,
bajo el signo del hierro y en usinas más tristes
que un parto mineral.
Sobre sus pies de alambre la Electrónica,
ciñendo los laureles robados a una musa,
lo amamantó en sus pechos agrios de logaritmos.
Pienso en mi alma: «El hombre que construye a Robot
necesita primero ser un Robot él mismo,
vale decir podarse y desvestirse
de todo su misterio primordial».
Robot es un imbécil atorado de fichas,
hijo de un padre zurdo y una madre sin rosas.

4.
Pensando en el astuto cerebro de la Industria,
Robot era un brillante pedagogo sin hiel,
un conjunto de piezas anatómicas
imitadas en cobre y en tungsteno.
Su cabeza especiosa de válvulas y filtros
y su pecho habitado por un gran corazón
(obra de cien piedades fotoeléctricas)
hacían que Robot usase un alma
de mil quinientos voltios.
En rigor, era nulo su intelecto
y ajena su terrible voluntad.
Pero Robot, mirado en sus cabales,
era un hijo brutal de la memoria,
y un archivista loco, respondiendo a botones
o teclas numerados por la triste cordura.

5
A los que se deleitan con vistosos retratos
les diré que sin duda Robot no era un Adonis.
Visto de frente y con el ojo alerta,
parecía una cruza de marciano y reloj;
y visto de perfil, su hermosura era igual
a la de un ciclotrón en vendimia de isótopos.
No obstante lo que más imponía en Robot
era su honradez inexorable?
una honradez fundida y niquelada
por demiurgos envueltos en iones y sigilo.

En El poema de Robot (1966) de Leopoldo Marechal. 

* * *

We are programmed just to do
Anything you want us to.

We are the robots.

We’re functioning automatic
And we are dancing mechanic.

En The robots de Kraftwerk.