george oppen: el naufragio de lo singular

George Oppen Descontexto

Estamos en el año 1934. George Oppen se alista en el Partido Comunista y abandona la poesía. El siglo avanza como una tormenta de pólvora y siembra preguntas como dinamitas: ¿qué utilidad tiene escribir poemas en tiempos de crisis? “No criticamos a los artistas del pasado por tener convicciones religiosas, políticas o científicas diferentes de las nuestras”, escribe Auden en 1939, “Criticamos a los artistas contemporáneos porque nuestra época nos deja perplejos y, mirando alrededor de nosotros con desesperación en busca de respuestas a nuestros problemas, culpamos de manera indiscriminada a quienes no alcanzan a darlas, olvidando que el artista no pretende responder a nada”.

Fiel a esta última sentencia, Oppen y su inseparable compañera Mary Alby deciden dedicarse a la acción directa. No son tiempos para medias tintas: Estados Unidos vive las secuelas de la crisis económica y el fascismo avanza a paso de tigre. Como si fuera poco, la vida de Oppen arrastra sus propias convulsiones internas: hijo de un padre adinerado y una madre suicida –murió cuando George tenía 4 años—, dedica su juventud a la carretera, la lectura de las figuras tutelares de la poesía norteamericana de principios del siglo XX (Pound, Eliot, William Carlos Williams) y a la escritura fragmentaria y esporádica de lo que más tarde sería su primer libro: Discretes series.

A pesar de recibir lecturas elogiosas de Williams y Pound, la crisis política de su época fue más poderosa que su vocación escritural. Leamos al propio Oppen en una entrevista concedida en los 80 a Burton Hatlen y Tom Mandel: “cuando la crisis ocurrió supimos que no sabíamos nada de lo que pasaba en el mundo, y entendimos que debíamos averiguarlo, entonces fue una exploración poética al mismo tiempo, actos de conciencia, la sensación de que uno valora una cosa la otra. Y pensé que la mayoría de los poetas no sabían acerca del mundo como vida –por lo tanto abandoné sin problema a un montón de amigos poéticos. (Risas)”.

25 años duró ese silencio. En ese interregno, Oppen fue padre, reserva del ejército norteamericano en Alsacia y perseguido por el macartismo. El asedio anticomunista lleva a los Oppen a exiliarse en México.

Puede que haya sido el destierro constante o la desolación de la época. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Mary Alby, en ese momento Mary Oppen, comenzó a frecuentar a un psiquiatra para curar una depresión que la estaba desarmando. Fue a ese psiquiatra al que George le contó ese sueño inquietante que lo despertó con una carcajada: Oppen estaba, junto a sus hermanas, revisando unos papeles póstumos de su padre. Entre esos legajos encontró un panfleto que decía: “How to prevent rot, rust, in copper” (cómo prevenir el óxido en el cobre). “Por supuesto que aquello de lo que me reía era pan comido para el psiquiatra que me dijo usted no va a corromperse. Dije gracias y me fui a casa”.

A diferencia del sueño de Coleridge relatado por Borges, el de Oppen fue más bien una suerte de profecía autocumplida. El aviso contra la oxidación funcionó, en este caso, como una advertencia contra la descomposición del material favorito del poeta: las palabras.

Todo este merodeo nos trae hasta 1968. Oppen publica Of being numerous y gana el Premio Pulitzer en 1969. 1968, annus mirabilis horribilis al mismo tiempo: masacres en Vietnam, matanza de Tlalelolco en México, Mayo del 68 en Francia, Primavera de Praga, asesinato de Kennedy. “Si hubiera que ponerlo en una sola frase, De ser numerosos puede leerse como una reflexión sobre la potencialidad política de la multitud” escribe Hugo García Manríquez, poeta y traductor de la edición que llega a las librerías locales a manos de Editorial Aparte.

El poema, dividido en 40 secciones, puede leerse como la síntesis de las preocupaciones escriturales de Oppen: la búsqueda por la claridad y la transparencia en el poema; una sintaxis que enrarece el lenguaje y lo coloca al servicio de sus inquietudes filosóficas (“siempre he tenido la sensación de que la estructura de las oraciones encapsula a las palabras pequeñas. Allí es donde se encuentra el misterio, en las palabras pequeñas”); la constatación, acaso síntoma de la época, de lo colectivo por sobre lo singular:

Obsesionados, perplejos
Por el naufragio
de lo singular

Hemos elegido el significado
De ser numerosos.

Quizá como detritus de sus años de militancia e inquietudes políticas, en De ser numerosos la multitud aparece como potencia. Esta lectura salpica tanto la composición misma del libro –los 40 fragmentos de un largo poema, piezas que ensambladas parecen funcionar mucho mejor que aisladas—, como a las ya mencionadas cuestiones filosóficas que atraviesan toda su obra: el naufragio de lo particular y su “radiante luz”:

Puede haber un ladrillo
En un muro de ladrillos que
El ojo elije

Un domingo de tal sosiego
Aquí está el ladrillo, estaba esperando
Aquí cuando tú naciste

Poema largo hecho de piezas disímiles, poemas hechos de versos cuya sintaxis rota es elusiva a un sentido específico o unívoco. De ser numerosos despliega una extraña paradoja, acaso como trasunto de las lecturas que Oppen diseminó a modo paratextual en el resto de su obra (Wittgenstein, Celan, Kierkegaard): una claridad y transparencia que a ratos bordea una cierta opacidad de sentido. Los poemas, quiero decir, son sugestivos y no se cierran o al menos parecen estar escritos de modo que rechacen una única lectura:

Uno no debe llegar a sentir que tiene mil hilos
entre las manos;
Debe de alguna forma ver la cosa única;
Este es el nivel del arte
Existen otros niveles
Pero no existe otro nivel de arte

En un ensayo de 1963, Oppen apunta: “Bertolt Brecht escribió una vez que hay ocasiones en que es casi un crimen escribir sobre árboles. Ocurre que esa afirmación es válida en lo que quiere decir. Hay situaciones que no son asumidas con honorabilidad por el arte, y seguramente nadie necesita un violín justo cuando la casa del vecino se quema”.

De ser numerosos es coherente con la sentencia brechtiana. Oppen no escribe sobre árboles ni entona serenata alguna. Porque si el poema es un modo de pensar, el pensamiento, que nunca es ordenado sino más bien caótico, totalizante y antojadizo, encuentra en estos poemas una oportunidad para desplegarse y dibujar un mapa de sus inquietudes filosóficas, estéticas y políticas.

El poema, por lo tanto, como sugestión y merodeo. Su comparecencia ante la Historia, en este sentido, está siempre sujeta a esta ambivalencia. No es casualidad que, tras el 18 de octubre chileno, algunos versos del libro hayan parecido escritos para describir la particular situación política del país: la irrupción de lo numeroso.

Pero la lectura no se agota ahí. Porque para Oppen la transparencia parecía estar más cerca de la irrupción de una luz que atraviesa a los objetos hasta difuminar sus contornos que a la claridad en tanto sentido unívoco. “Claridad en el sentido de transparencia. No creo que se pueda explicar más”.

Me quedo con eso: no creo que se pueda explicar más.

Texto publicado originalmente acá: http://letras.mysite.com

Autor: Jonnathan Opazo

Escribo.

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